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Hombre de hierro, inhumano

 

Cuánto deseaba tenerte.

Con miradas irrompibles

Paralizabas mis manos

Y una sonrisa felina

Se expandía en tus labios.

 

Yo una niña ingenua a tu lado

Cayendo hacia el precipicio.

Tu voz me sostenía, tu risa

alumbrando los pasillos,

jurando que el hombre mío

invencible, nunca veló el miedo.

 

Aprendí a leer tus pasos sigilosos,

Memoricé tu aroma.

Desesperada, lo buscaba

En el café, en la cocina,

En mis manos.

Aún te busco. No son tus brazos.

 

Hombre de piedra, desapareces. Esos ojos celestes

Endulzan la memoria de mi infancia.

 

Mariana López, SM ‘14

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