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Oda a una estatua ciega

 

No ha bastado que fueras de metal

o murieras en Troya o Rocenvals,

también has de vivir, eternidad,

en la ardiente y espesa oscuridad.

 

Ahora muerto tres veces con tu espada

ilumina la noche tu prisión;

para ver tu ceguera y cinturón

descendí, yo que en Hades caminaba.

 

De Oliver o Rollant fueron tus manos,

de cristal o de Homero tus dos ojos.

y de mí solamente nuestro encuentro

 

No verán tus tres noches este manto

sin estrellas que cae sobre nosotros

ni esta muerte que en versos yo te ofrezco.

 

Cristóbal Trujillo, SY ‘16

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